14 de febrero de 2012

A tu salud

Es un lindo adiós.


Aunque, siendo sincera, sabemos que el tiempo que te dediqué no fue suficiente. Eres un amante exigente y, muchas veces, ingrato. Siempre pediste tanto de mí y a veces sentí que, sin importar lo que hiciera, nunca lograría alcanzarte por completo.

Pareces alegre y polifacético, pero no es así. Tienes el alma hermosamente oscura y una historia que me sobrepasa.

Seis años junto a ti me han traído hasta este punto, en el que decido guardar mis tacones y colgar el mantón. Ya no puedo seguirte en tu interminable compás.

A partir de ahora, te miraré de lejos y sentiré un poquito de envidia y celos, por esas amantes que seguirán disfrutando de tus caricias al bailar. Pero, en el fondo me sentiré tranquila, porque el eco de tus reproches solo se hará presente en el recuerdo y no en mi pecho, donde se anidó durante tanto tiempo.

Sí, me hiciste indescriptiblemente feliz y cada vez que te escuche, mi corazón palpitará, haciéndote una fiesta. Pero mi vida ya no es tuya. Vuelve a ser mía, para construir nuevos caminos y recorrer otros campos, en los que me sentiré acompañada por el eco que dejaste en mi memoria.

Es un lindo adiós, sin rencores ni lágrimas. Lleno del jaleo que me diste y el temple que sembraste en cada golpe de cajón. Has sido mi gran amor, el único capaz de llevarme hacia otras tierras y hacerme encarar otras realidades… pero ahora entiendo que tu forma física era solo temporal.

Gracias por traerme hasta acá y mostrarme que es hora de encaminarme hacia mi verdadero amor, quien me acompañará en cuerpo y alma, hasta el final de mis días.

Flamenco mío, admítelo… es un lindo adiós.